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Arqueología interestelar y la búsqueda de señales de civilizaciones extraterrestres

Por Erik Vargas

Desde finales de los 50's muchos se han planteado  la posibilidad de la existencia de civilizaciones más allá del sistema solar, y para encontrarlas se han valido de la Arqueología Interestelar (AI). Esta es la actividad que se vale de ondas de radio o SETI, (Search for Extraterrestrial Intelligence). La AI plantea la búsqueda de eventuales productos culturales de civilizaciones extraterrestres por medio de la observación y medición de ciertos parámetros como pueden ser cambios en las composiciones de las atmósferas de exoplanetas susceptibles de desarrollar vida, señales de radio, o de evidencias de Astroingeniería; sin embargo, como se verá más adelante, la ciencia actual se encuentra en los límites de la tecnología como para poder detectar muchas de estas posibles señales.

 

SETI

 

Actualmente se utilizan señales de radio que viajan grandes distancias interestelares a raíz de que en 1959 Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, dos profesores de Física de la Universidad de Cornell (EU), publicaron en la revista Nature un ya clásico de clásicos "Searching for Interstellar Communications" (En la búsqueda de comunicaciones interestelares), en el que presentan una propuesta para la búsqueda de señales de radio generadas artificialmente en las estrellas más cercanas parecidas al Sol. Para ello proponen la idea de que podría haber civilizaciones con intereses científicos y con recursos técnicos como aquellos con los que nuestra civilización cuenta actualmente.  Para esas civilizaciones el vecindario de nuestro Sol sería un lugar propicio para la evolución de una nueva sociedad, y ellos estarían a la espera del desarrollo de la ciencia cerca de él. Los autores asumen que esta civilización estableció ya un canal de comunicación y que espera pacientemente por una respuesta que les haga saber que nuestra sociedad ha desarrollado ya cierto nivel de inteligencia. Los autores consideran entonces que la comunicación interestelar a través del plasma galáctico se puede lograr sólo a través de ondas electromagnéticas (como la luz o las ondas de radio). Para enviar señales se consideran varios requisitos como que estas ondas no se atenúen al atravesar la atmósfera terrestre, que no se requiera de mucha potencia de la fuente emisora o de técnicas muy complicadas, que la señal enviada compita con las emisiones de la estrella local y las de la galaxia, así como de pequeñas variaciones debido al movimiento relativo de los planetas por el efecto Doppler. Se considera que la señal que cumple con estas características tiene una frecuencia estándar de 1.42 Megaciclos/s, que corresponde a una longitud de onda de 21 cm. Este valor fue propuesto originalmente por el físico Edward Purcell en 1951 quien consideró que este valor sería el que la vida extraterrestre usaría para transmitir sus mensajes. ¿Por qué? Porque es la longitud de onda que emite el gas hidrógeno que se encuentra abundantemente en la estructura del universo; así se asume que este valor corresponde a una señal que puede servir como un canal de comunicación universal. Los físicos extraterrestres hubieran llegado a esta conclusión hace ya mucho tiempo. La detección de este tipo de señales es para la AI lo que los restos de cerámica o los basureros –como mensajes del pasado– a la Arqueología moderna.

Restos arqueológicos interestelares

 

Una pista que se sigue es el estudio de las atmósferas de los exoplanetas y los cambios en éstas como una huella de la civilización que ahí se pudiera desarrollar. Los equipos que actualmente circundan la Tierra pueden detectar metano, agua, monóxido y dióxido de carbono (con el espectrógrafo infrarrojo del Hubble, por ejemplo). Considerando los cambios evolutivos recientes (a partir del siglo XVIII) de la Humanidad se plantea la búsqueda de variaciones de los compuestos de carbono, o freones (lo que se usan como refrigerantes, y que están atacando a la capa de Ozono). Como bien se puede imaginar este es un planteamiento hipotético pues por el momento no hay un desarrollo tecnológico lo suficientemente sensible como para detectar estos cambios. Incluso con el estado de la tecnología actual aún estamos lidiando con la posibilidad de encontrar vida en nuestro vecindario planetario.

 

Las esferas de Dyson son constelaciones de satélites o restos de un planeta en los que se han colocado medios para capturar la luz que viene de la estrella local. Construir una estructura de este tipo sería una tarea titánica que a su vez requeriría de mucha energía para poderse construir, además de una capacidad enorme para el viaje espacial.


Una ciencia como la Astroingeniería permitiría la manipulación de una estrella para poder extraer eficientemente la energía disponible. Se ha planteado la idea de que para evitar que una estrella entre en la fase de un gigante rojo (la última etapa de su evolución, en la que el hidrógeno del núcleo se ha acabado, el tamaño de su atmósfera se incrementa considerablemente y se reduce la temperatura) y que los planetas circundantes terminen fundidos, habría que manipular a la estrella. ¿Cómo? Dirigiendo el hidrógeno no consumido en las capas exteriores hacia el núcleo, reduciendo la luminosidad al hacer perder masa por medio de cambios de presión, velocidad de rotación, o introduciendo elementos pesados. ¿Pero cómo lograr esto? Considerando que una estrella en su etapa final dio lugar ya a vida en su vecindario, esta vida estaría en etapas de evolución muy avanzadas, por lo que se ha planteado que los alrededores de estrellas gigantes rojas serían las mejores regiones para buscar vida altamente inteligente.

 

Drake y Kardashev

 

Matemáticamente se ha planteado la posibilidad de encontrar inteligencia extraterrestre a través de la ecuación de Drake, en la que se calcula el número de civilizaciones con las cuales se pudiera establecer comunicación en la Vía Láctea. En una de sus diferentes versiones se multiplican la razón a la que se forman estrellas que propicien la vida; la fracción de dichas estrellas con planetas; el número promedio de planetas en un sistema planetario; la fracción de esos planetas en los que haya vida inteligente; la fracción de esos planetas en los que haya una civilización como la que describen Cocconi y Morrison; y el factor más sensible que es el periodo en el que esta civilización puede ser detectada. Esta ecuación se ve más como una descripción de los factores involucrados en encontrar SETI que una fórmula de la probabilidad para detectar señales de inteligencia extrasolar.

 

De acuerdo al astrofísico ruso Kardashev se pueden clasificar las civilizaciones existentes de acuerdo a la fuente de sus recursos energéticos en Tipo I, cuando se explota el mismo planeta; Tipo II, cuando es la estrella local; y tipo III cuando es la galaxia. Así, una civilización Tipo I utilizaría la energía disponible de su planeta, como lo hace la Humanidad actualmente. En el caso hipotético de que la Humanidad pudiera aprovechar la energía del Sol a través de una constelación de satélites (esfera Dyson), y aprovechando los recursos del Sol en la Tierra, la Humanidad podría evolucionar. Cada una de estas civilizaciones implica enfoques y tecnologías diferentes. Si como raza humana estamos indudablemente clasificados en el Tipo I, ¿cómo seríamos capaces de detectar civilizaciones que están en un estado de evolución mucho más avanzado que el nuestro? A modo de paráfrasis, considerando los diferentes grupos existentes en la tierra: minerales, plantas, animales, y humanos, se establece primeramente un grado de evolución y de dependencia de los seres más complejos a los menos evolucionados, pero no al revés. Así, el Hombre depende de los animales para su subsistencia, los animales a su vez se alimentan de plantas o de otros animales menos evolucionados, y finalmente las plantas usan los minerales como medio de sustento. Sin embargo, ¿qué saben los minerales de las plantas, o las plantas de los animales? ¿Cómo puede el Hombre percibir a las civilizaciones más evolucionadas a él?

 

Conclusiones


A través de la exposición de estas ideas resulta claro que el estado en el que se encuentra la Humanidad actualmente es todavía muy inmaduro y hay mucho por hacer. Efectivamente, en algunos aspectos se puede decir que aprovechamos la energía del Sol, gracias a la producción de electricidad, que a su vez permite producir hidrógeno, por ejemplo. Pero apenas estamos en los albores de lo que pudiera ser una nueva era centrada en el elemento más abundante en el universo, que no necesariamente es el más barato de producir. Y en lo que respecta a la búsqueda de vida extraterrestre, estamos como cuando Copérnico hacía sus primeras observaciones de Marte, de Saturno, o del Sol y describía por primera vez la excentricidad de la Tierra, a principios del siglo XVI.

 

 

Para mayor información:

 

G. Cocconi, P. Morrison. Searching for interstellar communications. Nature 184 (1959) 844-846.

Carrigan, R. Is interstellar archeology possible? Acta astronautica 78 (2012) 121-126.

Basalla, G. Civilized Life in the Universe: Scientist on Intelligent Extraterrestrials. Oxford University Press. 2006. pp. 133-137.

Zeilik, M. Gregory, S. Introductory Astronomy & Astrophysics (4th). Saunders College Publishing. 1998. pp. 321–322.

Halliday, Resnick, Walker. Fundamentals of Physics (9th ed.) John Wiley & Sons. 2003. pp. 890-898.

 

© 2014  Agencia Espacial Mexicana.

 

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